de Sara Martín Alegre

Las autoras y el canon de la ciencia-ficción

articlemartinalegreEl Gwyneth Jones (nacida en 1952), reputada autora inglesa de ciencia ficción1, asegura que las diez mejores novelas del género escritas por mujeres son, en orden cronológico: La mano izquierda de la oscuridad (1969) de Ursula K. Leguin (1929-); Donde solían cantar los dulces pájaros (1976) de Kate Wilhelm
(1928-), En la cima del mundo (1978) de James Tiptree Jr. (seudónimo de Alice Sheldon, 1915-87), El hombre hembra (1975) de Joanna Russ (1937-), Cyteen (1988) de CJ Cherryh (1942-), Hierba (1989) de Sheri Tepper (1929-), Synners (1991) de Pat Cadigan (1953-),Sarah Canary (1991) de Karen Joy Fowler (1950-), Light Music (2002) de Kathleen Ann Goonan (1952-)2 e Historia Natural (2003) de Justina Robson (1968-), la única británica en esta selección de autoras estadounidenses. Pese al encomiable empeño de Jones a la hora de articular un canon femenino, basado en el profundo conocimiento del género que ella misma practica, el hecho es que en las muchas listas de las diez mejores novelas de ciencia ficción que circulan por internet, la única mujer que suele mencionarse, y con notable unanimidad, es Le Guin. Valgan como ejemplo los resultados de la encuesta hecha por la revista argentina Quasar3 que cita como los diez títulos más votados por sus lectores en orden de preferencia: Más que humano(1953) de Theodore Sturgeon (1918-85), Dune (1965) de Frank Herbert (1920-86), Las estrellas mi destino (1955) de Alfred Bester (1913-87), Ubik(1969) de Philip K. Dick (1928-82), La mano izquierda de la oscuridad de Le Guin, El hombre demolido (1953) de Alfred Bester, Neuromante (1984) de William Gibson (1948-), Pórtico (1977) de Frederik Pohl (1919-), Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury (1920-), y Fundación (1951) de Isaac Asimov (1920-92).

Este canon dominado por los autores masculinos es, por cierto, el canon que yo misma he leído, como la gran mayoría de aficionadas, tal vez porque quienes recomiendan qué libros vale la pena leer suelen ser hombres. Siempre queda sopesar, por supuesto, si es realmente la lista de lo mejor en la ciencia-ficción, aunque sea poco menos que imposible encontrar lectores y críticos libres de posicionamientos teñidos por su identidad de género … a falta del proverbial marciano, que sería, en caso de resultar ser asexuado, quizás el único verdaderamente capaz de juzgar la ciencia ficción (humana). Como lectora, en todo caso, siento confesar que de entre las autoras del canon de Jones he leído con gran placer a LeGuin, Cadigan, Wilhelm y a Tiptree pero dejé por imposibles a Russ, Tepper y Cherry (ignoraba totalmente la existencia de Fowler, Noonan y Robson). No fue un abandono motivado por razones ideológicas contrarias a su feminidad o a su feminismo, sino simplemente porque pese a todo su prestigio no logré superar su farragosidad, defecto, por otra parte, compartido con bastantes autores masculinos de ciencia-ficción.

Prestando atención a las fechas de nacimiento de los autores y de publicación de las novelas incluidas en ambas listas se puede apreciar que si bien las pioneras nacieron y publicaron sus obras maestras a la par que los grandes autores masculinos, las grandes novelas de ciencia-ficción en lengua inglesa escritas por mujeres han llegado a partir de los años 70, bajo efecto de la segunda oleada feminista y con un par de décadas de retraso en relación al canon masculino clásico. Las listas actuales de novelas favoritas que, como se ve en el caso de la de Quasar, apenas han integrado las obras a partir de los años 80 –con la excepción de Neuromante– muestran así un peculiar desfase en relación con la ciencia-ficción más contemporánea, en la que la presencia de mujeres es ya muy notable. Si se consultan los ganadores de los premios de mayor prestigio (el Arthur C. Clark, el Locus, el Nebula, el Hugo, el Philip K. Dick) se observa una cada vez mayor mezcla de hombres y mujeres, debida tanto a la apertura de los lectores masculinos hacia la ciencia-ficción escrita por mujeres como al crecimiento en términos absolutos del número de mujeres aficionadas a este género, tradicionalmente considerado poco atractivo para nosotras. Lógicamente, es de suponer que en un plazo de una o dos décadas el canon del género será también mucho más igualitario, y no será necesario establecer listas paralelas de autoras para poner de manifiesto su exclusión del canon actual en favor de los autores masculinos.

La mujer en la ciencia-ficción y el entorno académico

Aunque la situación de las autoras de ciencia-ficción en lengua inglesa no es ideal, dada su aún persistente doble marginación como escritoras practicantes de un género narrativo popular y como mujeres dentro del mismo, hace ya más de dos décadas que su trabajo es objeto no sólo de la aprobación de jurados literarios sino también de la atención de los especialistas universitarios, tanto desde el frente feminista derivado de los años 70 como desde el puro interés en este género literario. Así pues, el Cambridge Companion to Science Fiction (2003), editado por Edward James y Farah Mendlesohn y perteneciente a una serie que funciona como perfecto barómetro académico, incluye diversos artículos sobre teoría feminista, teoría ‘queer’ e identidad de género dentro de la ciencia-ficción; participan, además, en este volumen 13 hombres y 8 mujeres, proporción que refleja ajustadamente la realidad del entorno académico dedicado a este género narrativo, siempre en el entorno de habla inglesa.

La triple visibilidad académica de la mujer en la ciencia ficción como especialista, autora o personaje (ya hay, por ejemplo una monografía dedicada a la famosísima Teniente Ripley de la saga Alien además de numerosos artículos sobre ella y otras heroínas)4 se deriva, como es obvio, del impacto del feminismo de la segunda ola en la universidad, los círculos literarios y los medios audiovisuales. Refleja también el mayor respeto que reciben los géneros narrativos populares en el ámbito de la lengua inglesa como objeto legítimo de investigación académica desde inicios de los 80. Fue entonces cuando, sobre todo en Gran Bretaña, la generación de clase obrera nacida en los 50 y educada con un sistema de becas financiado por el nuevo estado del bienestar de post-guerra empezó a ocupar puestos consolidados en la universidad, arrastrando consigo su cultura popular y legitimando la idea de que la Cultura en la que encaja la Literatura no es sino parte de la cultura –en su sentido más amplio– abierta a todo tipo de narrativa. Sus equivalentes españoles, los hombres y mujeres nacidos en los 60 y bautizados por Ignacio Elguero como los niños de los chiripitifláuticos,5 intentamos seguirles el paso con las dificultades que supone entroncar nuevas líneas académicas foráneas en un entorno académico nacional aún muy poco abierto al feminismo y cerrado prácticamente del todo a la ciencia-ficción.

Esta postura esquizofrénica, a medias entre la innovación extranjera y el conservadurismo español hace que sea posible incluir alguna autora de ciencia-ficción en las asignaturas dedicadas a la Literatura Inglesa en la universidad si así se desea, aunque hacerlo sea muy complicado, mientras que ninguna de las autoras que practican el género en castellano son reconocidas en absoluto académicamente más que por un pequeño círculo entre la universidad y el ‘fandom.’6 Ante esta falta de visibilidad en las aulas, hay que acudir a internet para informarnos sobre qué quejas se vocalizan sobre la precaria situación de la ciencia-ficción y las mujeres en España. Es allí donde se encuentran los interesantes trabajos de ilustradas activistas de este género narrativo, tales como la española Lola Robles y la cubana Anabel Enríquez Piñeiro, ambas también autoras.

Lola Robles lleva una estupenda página web con una completa bibliografía de autoras de ciencia-ficción y fantasía, en castellano y en otras lenguas. En su propio artículo “Escritoras españolas de ciencia ficción” (2003), Robles alude a las famosas palabras del autor americano Theodore Sturgeon, quien respondió a las críticas negativas contra la ciencia-ficción que en cualquier género un 90% de la producción es basura, calculando que:

Para que exista ese diez por ciento de obras de CF con la suficiente calidad literaria sería necesario (…) que hubiera un número mucho mayor de narradoras jóvenes dedicadas al género. Para que se diera ese aumento de escritoras, la ciencia ficción debería ser más conocida por las lectoras, y más importante aún, que encontrasen en ella elementos y temas que interesaran a su imaginación especulativa. Tendría que liberarse de ese lastre de ser considerada literatura marginal, género menor, juvenil o masculino. Aventurarse en un género tan mal conocido y prejuzgado no es fácil, sobre todo en un país de rancio abolengo literario como el nuestro.7

En “Mujeres y Literatura Fantástica: los caminos de(l) género” (2005), Anabel Enríquez Piñeiro,8 quien comenta que esas dificultades son comunes a hombres y mujeres, se queja no obstante de que “(…) es en América Latina donde la marginación y el olvido tienen para el fantástico más espacio disponible. Salvo Angélica Gorodisher, en Argentina (…) y Elia Barceló y Pilar Pedraza en España (…) los otros nombres femeninos del fantástico, la fantasía y la ciencia ficción hispanoamericanas son intermitentes y poco referidos.”9Ella propone estudiar desde el ámbito académico “si existen diferencias temáticas, estilísticas e intergeneracionales en las obras de género fantástico escritas por mujeres y hombres,” y dentro de la producción femenina, qué separa a las “mujeres de países desarrollados y subdesarrollados.”10

Chocamos así con la cuestión fundamental: ¿es este programa de acción académica deseable? ¿Cómo se defiende mejor el trabajo de las autoras –reivindicándolas como mujeres (del Primer o del Tercer Mundo) o prestando atención prioritaria a los valores de su obra más allá de su identidad? ¿No es hora ya de integrar los mundos artificialmente separados de autores y autoras, una vez superada la meta feminista de dotarlas a ellas de visibilidad (o eso queremos creer)? ¿Gana la ciencia-ficción en su conjunto si se repiten los esquemas de confrontación feminista?

¿Hacia dónde ir?: Desfases generacionales y círculos viciosos

Las propias autoras no tienen duda: incluso las que se declaran fervientes feministas prefieren ser estudiadas por las aportaciones de su obra a la ciencia-ficción antes que por su identidad femenina (o feminista). De hecho, en todas las ocasiones en las que he asistido a presentaciones de la obra propia a cargo de las autoras –sean o no de ciencia-ficción– ellas siempre se han centrado en las dificultades técnicas superadas, jamás en su propia identidad de género (otra cosa es la de sus personajes, que sí comentan). Por otra parte, es muy dudoso que a la hora de escoger leer una novela de ciencia-ficción o de cualquier otro tipo el lector la escoja en función del sexo del autor; suele pesar mucho más su interés temático o estilístico. Si no fuera así, la ciencia-ficción escrita por mujeres no tendría posibilidad alguna de llegarle a más hombres y el género acabaría dividido en dos cotos cerrados y mutuamente exclusivos, situación muy poco deseable. La ciencia-ficción resulta mucho más apasionante como campo abonado para los Estudios de Género académicos si se tiene en cuenta que, al proyectarse en el futuro, tiene mucho de territorio de experimentación, de alternativa a nuestro actual patriarcado. En este sentido no es cierto que las autoras tengan un monopolio sobre el tema; de hecho, muchas lectoras y/o espectadoras de ciencia-ficción entre las que me incluyo se entusiasman constantemente con esas potentes heroínas futuristas creadas por hombres, sea por motivaciones auténticamente feministas o por simple desencanto con los tradicionales héroes patriarcales. De hecho, es muy posible que la aparente igualdad de los géneros muy de moda sobre todo en series televisivas dominadas por equipos de producción masculinos, desde la renovada Star Trek (1987-1994) a la segunda Battlestar Galactica (2003-), esté produciendo un extraño espejismo capaz de convencer a las generaciones más jóvenes de mujeres de que la batalla por la igualdad librada por el feminismo acabó con el s. XX.

Desde la aparición de Ellen Ripley en Alien (1979), heroína surgida cuando a sugerencia de la mujer de uno de los productores se cambió el sexo del personaje originalmente masculino, los círculos académicos feministas y las aficionadas al género han debatido hasta la saciedad el grado de feminismo, igualdad, liberalismo o progreso implícito en la representación de cada nueva heroína, sobre todo en los medios audiovisuales. Mi impresión, a partir de intercambios un tanto exaltados en varias mesas redondas con colegas académicas más jóvenes, es que el uso académico del feminismo se ha convertido por culpa de estos debates en una cuestión generacional. Mientras por debajo de la barrera de los 30 años la ciencia-ficción se percibe como un género perfectamente igualitario, reflejo de una supuesta igualdad actual, que no requiere metodologías feministas de estudio, por encima de los 30 se percibe con mayor intensidad la distancia entre la realidad social y la utopía de la ciencia-ficción, distancia que sigue haciendo muy necesarias esas metodologías para subrayar lo que aún no se ha conseguido. La fuerte presencia de los hombres en la ciencia-ficción, sobre todo en el cine y la televisión (que además apenas adaptan obra escrita por mujeres), pasa así mismo más desapercibida entre las más jóvenes, satisfechas con el tratamiento cada vez más positivo de los personajes femeninos en estos medios y desconocedoras en general de la menos convencional novela de ciencia-ficción. No quisiera, por supuesto, alzar más barreras entre las (escasas) mujeres amantes de la ciencia-ficción sino constatar que hay una muy poco visible que podría impedir una mejor comprensión de este género narrativo y de la representación de la identidad de género en él.

En cualquier caso, como profesora universitaria interesada en divulgar la ciencia-ficción me encuentro distanciada de los estudiantes en muchos frentes simultáneos. Por supuesto, los chicos a los que les suele interesar este género raramente se encuentran entre los estudiantes de Letras, siendo más abundantes en carreras técnicas o científicas; de poder impartir una asignatura entre ellos, no tengo duda alguna de que la cuestión de la representación de los géneros no les parecería prioritaria si bien tampoco dudo de que admitirían sin reparos la lectura de autoras. Letras tiene una aplastante presencia femenina, que puede llegar en algunas clases a ser total, pero poquísimas jóvenes se interesan por la ciencia-ficción al considerarla un género masculino; ignoro cuál es el caso fuera de este ámbito pero imagino que similar. Entre las que sí se interesan, pese a la incomprensión de sus compañeras, tienen cada vez menor calado los postulados feministas desde los que se ha estudiado la ciencia-ficción escrita por mujeres hasta la fecha, como he señalado.

Paradójicamente, podría darse el caso de no poder encontrar un punto común por razones generacionales con las pocas interesadas en el tema, tan pocas que su (supuesta) presencia jamás podría garantizar el éxito de una (supuesta) asignatura sobre ciencia-ficción, y mucho menos sobre mujeres. Esa ausencia en el temario haría a su vez muy difícil que alguna de ellas se sintiera llamada a escribir ciencia-ficción al nivel más exigente posible, al percibir la diferencia de trato entre la Literatura ‘seria’ y otros tipos de escritura. Si la vocación persistiera, esa joven se convertiría en una de las candidatas a engrosar la ciencia-ficción como literatura marginal de la que habla Lola Robles, envidiando a sus más respetadas coetáneas en lengua inglesa.

Es difícil romper tanto círculo vicioso pero desde aquí repito la llamada a no dejar de participar como lectoras, autoras y especialistas académicas en el género narrativo que más posibilidades tiene de reinventar la identidad de género para el futuro próximo pensando en nuestro presente inmediato. Quizás sean los prejuicios contra la ciencia-ficción los que más pesan a la hora de escoger las narraciones que consumen y disfrutan las mujeres pero como todos los prejuicios están para ser superados. Vale la pena.

Notas a pie de página

1Jones ganó el prestigioso premio Arthur C. Clarke en 2002 con Bold Love y el Philip K. Dick en 2005 con Life (Como la vida misma, Factoría de ideas, 2006). Ver el artículo en el que formula su canon de la ciencia-ficción femenina en la web de The Guardian, (acceso Noviembre 2008)

2Las novelas mencionadas en esta lista de Cadigan, Fowler y Noonan permanecen aún inéditas en castellano.

3Ver aquí (Acceso Noviembre 2008).

4Ver el volumen de Ximena Gallardo-C & C. Jason Smith, Alien Woman: The Making of Lt. Ellen Ripley (Londres y Nueva York: Continuum, 2006).

5En su estupendo retrato generacional del mismo título: Los niños de los chiripitiflaúticos (Madrid: Esfera de los libros, 2004).

6El mismo que organizó el I Congreso de Ciencia-Ficción y Fantasía en la Universidad Carlos III de Madrid, en Mayo de 2008. Las reflexiones aquí presentadas parten de una mesa redonda sobre ‘Feminismos y Ciencia-Ficción’ en la que participaron Pilar Pedraza, Elia Barceló e Isabel Clúa, además de la autora.

7Disponible en Mujeres novelistas: Jóvenes narradoras de los noventa, Alicia Redondo Goicoechea (coord.) (Madrid: Narcea, 2003, pp. 179-190).

8Como muestra del machismo de los autores, Enríquez comenta que un escritor cubano le comentó que “del 100% de las mujeres que pretendían escribir ciencia ficción apenas un 3% (que eran feas, desagradables y carentes de otro tipo de atractivo que no fuera su habilidad literaria) eran buenas escritoras del género, y solo un 1%, que podría dedicarse a otra cosa (léase, eran atractivas, bonitas, inteligentes, agradables y socialmente exitosas), triunfaban en la ciencia ficción. El 96% restante, para él, carecía de oportunidades literarias. No tengo idea si sacó esta estadística de laAstounding, o de la Playboy, pero de cualquier forma, servía para ilustrar su posición exclusivista.” Ver aquí (Acceso Mayo 2008).

9En el mismo artículo Enríquez Piñeiro añade que “Las catalanas Montserrat Galicia, ejemplo de escritora de ciencia ficción juvenil; Montserrat Julió, que publicara una novela de anticipación, Memorias de un futuro bárbaro(1976); Rosa Fabregat, con Embrión humano ultracongelado núm. F-77(1975); y Teresa Inglés, son referidas por una o dos obras, muchas veces relatos dentro de antologías.” Ver. (Acceso Mayo 2008).

10 Ver (Acceso Mayo 2008).

Article en pdf